LAS LÁGRIMAS DE UN DEFINITIVO ADIÓS
Copyrihgt 2012 María del Pino
Incluido en el libro: Relatos Profanos
Avanzó hasta el borde de la
carretera y tiró el paraguas al suelo. La lágrima de una nube gris
acarició su piel en mitad de aquel lluvioso día de otoño. Con el agua
que emanaba del cielo y caía sobre sus mejillas, él trató de aliviar la
enorme tristeza que sentía al ver que, ante sus ojos, cruzabas el verde
semáforo y partías para siempre.
Tembló, ansioso, melancólico... No
quería llorar, pero tu adiós le oprimía el pecho. Se resquebrajó por
dentro. No podía dejar de pensar en ti, y eso que aun te veía a escasos
metros.
Tu última caricia le vino a la
mente, estremeciéndole el alma y adentrando en su corazón. No te dejó
marchar. No quiso. Te retuvo entre sus brazos minutos antes, esperando
tu perdón. Sin embargo, te fuiste de su lado porque creíste que te había
olvidado. Le abandonaste, dándote media vuelta, bajo la inestable y
continua llovizna que azoraba el ambiente, dejándolo mojado por las
gotas de lluvia y las lágrimas que sentía como ardientes arañazos
fundiéndose con su piel.
Una taciturna y entrecortada
llamada azotó tu espalda cuando ya te hallabas casi al otro lado del
semáforo, avanzando en dirección contraria a la suya y alejándote más de
su mirada. Te paraste en seco. Simplemente te pedía una oportunidad y
tú querías dársela. Sufrías por la lejanía que tú misma habías
interpuesto entre ambos.
Una vez más, rogaba e imploraba tu
perdón. Se disculpaba por no haberte sabido escuchar, por haberse
comportado como un ser egoísta y sólo haber pensado en su trabajo y en
nada más...
Con la voz ahogada, desde el otro
lado del rojo semáforo, susurró tímidamente el comienzo de vuestra
canción favorita. Aquella melodía con la que te ofreció bailar. Aquélla
con la que te besó por primera vez.
Con el semáforo luciendo el color
verde esperanza e iluminando tus aguadas pupilas, tu latido se detuvo.
Al mismo tiempo, tu cuerpo convulsionó ante la añoranza de todos
aquellos felices años de amor. Sabías que no podías vivir sin él. No
podías dejarlo atrás. Tu vida estaba conectada con la suya, y jamás lo
podrías, o querrías, olvidar.
Vacilando, te giraste lentamente mientras recordabas el contacto de sus labios. Mientras
te hablaba con el alma abierta, expresaba sus sentimientos. Como
antaño, sus ojos embaucaron a los tuyos. Los viejos tiempos asaltaron tu
mente. Incluso rememoraste el momento en el que tú eras lo más
importante en su vida y el trabajo no lo era todo. Vuestras pieles
sensibles, por la falta de contacto, lloraban la ausencia del espacio
que os separó su ascenso. La angustia afloraba a cada palabra de
remordimiento. Olvidaste lo malo y le sonreíste con la verde esperanza
del semáforo que os iluminaba, y sin saber que estaba a punto de
expirar.
Ya lo habías perdonado. Supiste que
le darías una nueva oportunidad al ver su sonrisa. Él también lo vio en
tus ojos, por lo que, sin pensarlo, dio un paso hacia delante para
cruzar y acortar así vuestra infinita lejanía, dejándose la vida en el
semáforo, bajo la roja luz que le sorprendió y las lágrimas de un
definitivo adiós.
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Envíado por María del Pino
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